Francisco Javier Sánchez Caro

La catástrofe sí podría haberse evitado

 

«La gestión política de esta avenida ha sido un desastre, tanto en el aviso tardío a la población como en la falta de activación urgente de los servicios de emergencia»

 

El embalse de Forata nueve días después del paso del devastador temporal. | Eduardo Manzana (Europa Press)

Aunque no soy religioso en exceso, lo cierto es que el legado de mi familia me impregna de un humanismo cristiano del que no reniego. En estos días de noviembre, me tranquiliza pasear por los jardines del eterno descanso de mi padre y de mi hijo, apenas separados unos metros y donde yo deseo acompañarlos cuando Dios así lo decida. Millones de familias así revivimos el recuerdo y el amor a nuestros seres queridos dentro del corazón.

Hay una especie de liturgia en ello, pero lo cierto es que este año ha sido diferente, muy diferente… No he podido apartar de mis pensamientos la tragedia de Valencia.

No acostumbro a expresar mis ideas pero no he podido reprimir mis lágrimas de rabia que aquí se derraman en forma de unas líneas que salen del alma de este ingeniero.

Creo, con sinceridad, que no somos capaces de expresarnos bien y hacer llegar a la sociedad la verdad de lo sucedido (la verdad desnuda de carácter técnico sin las siempre interesadas intromisiones políticas), porque somos parte de esta sociedad a la que debemos proteger.

Es una crítica para todos nosotros individualmente y, también, para todos como colectivo (Colegio Profesional, Organizaciones, etc.). Ya fue un inmenso error de comunicación el silencio sobre la denominada «Pantanada de Tous» de 1982, no poniendo claramente de manifiesto la verdadera razón de aquella tragedia, que no fue otra que la decisión político-económica de desarrollar la construcción de la antigua presa por fases y la colocación de unas compuertas que nunca debieron existir.

Es cierto que hay compañeros que han escrito cosas de mucho interés, desgraciadamente sin demasiada difusión. Pero también lo es que, en las tertulias más mediáticas, se están expresando (incluso como dogmas) muchas inexactitudes que, en ocasiones, son verdaderos despropósitos.

La pregunta clave de todo esto es muy sencilla… ¿se podría haber evitado esta tragedia? La respuesta para mí debe ser también muy clara: sí podría haberse evitado.

 

Sobre las obras hidráulicas

 

Muchas veces he oído en mi vida expresiones tales como que las presas son franquistas. Como si las infraestructuras tuvieran algún tipo de afiliación política… Además, lo cierto es que el impulso de las infraestructuras hidráulicas que se desarrolló en aquel período deriva del Plan del magnífico ingeniero D. Manuel Lorenzo Pardo en tiempos de la Segunda República (siendo ministro, por cierto, el socialista Indalecio Prieto).

Dejando a un lado estas cuestiones, lo cierto es que las Obras Hidráulicas (únicas infraestructuras efectivas para defensa y protección frente a avenidas) dependían desde 1936 de la denominada Dirección General de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas (a veces, denominado Ministerio de Fomento). En el año 2004 cambia su denominación por el de Dirección General del Agua, adscrito ya al Ministerio de Medio Ambiente (con sus variadas denominaciones), siendo actualmente dependiente del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (o algo por el estilo).

 

«En el cambio de las denominaciones se observa el enfrentamiento ideológico de la ‘ecología’ versus las ‘obras hidráulicas’»

 

Ya sólo con el detalle de la mutación de estas denominaciones, se observa una clara y abominable influencia política de enfrentamiento ideológico de la «ecología y medio ambiente» versus las «obras hidráulicas». Asusta que no se entienda por parte de nuestros políticos que los escenarios de ambos aspectos son claramente diferentes, ya que las «obras hidráulicas» como defensa frente a avenidas deben asociarse a situaciones extremas.

Al poco tiempo de terminar la carrera en la Escuela de Madrid, se comenzaron las obras del Plan General de Defensa contra avenidas del río Júcar (Plan de 1985, declarado de urgencia dos años después tras la riada de los primeros días de Noviembre-1987, donde se recogieron 817 l/m2 el día 3 de noviembre en Oliva). Se iniciaron entonces las presas de Bellús, Escalona y Tous (nueva presa), teniendo mi persona el honor de participar en la construcción de todas ellas. Aquellas obras debieron estar terminadas, al menos en su obra civil, hacia finales de 1994.

Aquellas importantes obras fueron, como desgraciadamente siempre pasa, una respuesta a la rotura de la antigua presa de Tous. Más de 30 años han pasado desde entonces, no habiéndose fortalecido con otras nuevas «obras hidráulicas» la defensa contra avenidas en la Comunidad Valenciana (más allá de la pequeña presa de Terrateig y del encauzamiento de la Rambla Gallinera, ya que la presa allí prevista finalmente no se llevó a cabo).

Es más, recomendaciones de actuaciones «imprescindibles» que entonces se dieron para mantenimiento y/o reparación de otras infraestructuras en explotación, aún hoy no se han llevado a cabo por falta de presupuesto. Sólo la insistencia y bendita cabezonería de los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Júcar, consiguieron arrancar algunos fondos para acometer ciertas obras perentorias que afectaban ya gravemente a la seguridad de sus presas. Sólo pondré como ejemplo las obras de reparación en el Estribo Izquierdo de la Presa de Forata que, afortunadamente, se acometieron, siendo el comportamiento y explotación de esta presa determinante para evitar mayores daños durante los recientes episodios de avenidas.

 

«Los presupuestos para obras hidráulicas (presas, encauzamientos, etc) deben multiplicarse, al menos, por cien»

 

¿Qué hubiera ocurrido ahora de no existir estas «obras hidráulicas»? Sólo pensarlo pone los pelos de punta. Mención especial merece el «nuevo» cauce del Río Turia (acometido tras 1957) que ha sido el verdadero ángel de la guarda de la ciudad de Valencia. Los ingenieros de entonces eran antiguos (no utilizaban elementos finitos ni BIM) pero sabían perfectamente lo que hacían.

En definitiva, el Estado gasta ingentes cantidades del dinero de los contribuyentes en múltiples «juegos florales» y, sin embargo, se muestra muy rácano para invertir en la seguridad de nuestras presas que no es otra cosa que la seguridad de nuestros ciudadanos. Los presupuestos para «obras hidráulicas» (presas, encauzamientos, etc) deben multiplicarse, al menos, por cien.

Debe también modificarse la estructura organizativa, ya que el ministerio actual se ha mostrado absolutamente ineficiente en los últimos 30 años (con políticos de todo signo), dedicado básicamente a hacer papeles con la redacción de planes de emergencia y talleres de análisis de riesgos, que resultan totalmente inútiles si no se acompañan de obras reales. Ya se debe acabar con esta fase de papeles e iniciar las obras inmediatamente.

 

Sobre los profesionales de la seguridad frente a avenidas

 

El sector de los profesionales de las «obras hidráulicas» está en franca decadencia en nuestro país, otrora probablemente el mejor valorado técnicamente del mundo. Las razones son múltiples:

El sector, tratando de paliar parcialmente esta evidente carencia, organizó un Máster Internacional de Seguridad de Presas (Colegio de Ingenieros de Caminos, Comité Nacional Español de Grandes Presas y Universidad Politécnica de Madrid) para que esta experiencia pudiera transmitirse. Tras más de una década de existencia, los problemas de financiación de este máster (a pesar de que el profesorado era voluntario y nunca recibió retribución alguna) hizo que no pudiera seguirse impartiendo. Parece evidente que el Estado debería haber apoyado económicamente esta iniciativa.

Además, para acceder a los escasos trabajos que se licitan, las ingenierías deben acometer «bajas» increíbles que, en mi opinión, redundan en la calidad de los trabajos. En definitiva, los pliegos de «obras hidráulicas» deben asumir costes reales y adjudicarse únicamente por cuestiones exclusivamente técnicas y no económicas.

A todo ello se añade, la competencia desleal y a dedo del TRAGSATEC de turno, que debería estar absolutamente prohibido.

 

Sobre la supuesta imprevisibilidad de las avenidas

 

Desde 1321, están documentados una treintena de episodios de grandes avenidas en la Comunidad Valenciana (memoria histórica a la que nuestros políticos nunca hacen referencia), esto es, un episodio extremo cada 25 años como intervalo típico, como consecuencia de la denominada gota fría (hoy llamada DANA) que se produce siempre en el inicio del otoño (todas estas avenidas, sin excepción alguna, tuvieron lugar entre el 15 de Septiembre y el 10 de Noviembre). Basten algunos ejemplos como los de las riadas del 27-Septiembre-1517, 21- Octubre-1589, 16-Septiembre-1731, 1-Noviembre-1897, 14-Octubre-1957, 20-Octubre-1982, 3- Noviembre-1987 y la actual del 29-Octubre-2024. Desde la época del dominio árabe estas cosas se tenían muy claras, denominando así al río Júcar (Xuquer) que significa devastador.

Por tanto, es previsible y esperable (como bien saben en el Mediterráneo) que se produzcan episodios de fuertes lluvias en esas fechas. Nada nuevo en este sentido. Nuestros embalses del Levante español ya operan desde hace décadas con unos lógicos resguardos estacionales.

 

«Que el clima está cambiando es indudable, pero argumentar que esta avenida de 2024 se debe a ello es una absoluta falacia»

 

Parece que se han registrado en 2024 precipitaciones acumuladas de hasta 500 l/m2 en algunas estaciones pluviométricas. Se recuerda que, en 1987, como ya se ha dicho, se superaron los 800 l/m2. Tampoco hay mucha novedad en este sentido.

Muchos políticos esgrimen el mantra de la «emergencia climática» (que es ahora como llaman al denominado cambio climático) como argumento para tapar sus vergüenzas. Hablemos claro y con datos científicos irrefutables: en el inicio del Holoceno (hace unos 12.000 años, esto es, 120 siglos) el nivel del agua en mares y océanos estaba 120 metros por debajo del nivel actual. Es decir, después de la última glaciación, el nivel medio del mar ha crecido un metro por siglo como consecuencia del calentamiento del planeta, que es más o menos lo que se viene midiendo desde que hay medidas fiables. Esto es, la potencial influencia actual del ser humano en el cambio climático puede ser algo coadyuvante y, obviamente, dicha influencia era nula en los siglos XIV a XVII, al menos, en el que ya se venían produciendo episodios similares.

Que el clima está cambiando es indudable, pero argumentar que esta avenida de 2024 se debe a ello como maldición divina y humana, es una absoluta falacia.

 

Sobre otros factores

 

He leído y escuchado opiniones de todo tipo sobre diferentes aspectos y factores más o menos relacionados con la avenida de 2024:

Nuestras presas deben estar en perfecto estado de mantenimiento (desgraciadamente, no lo están). Los montes y los cauces deben estar limpios para que en situaciones extremas no se produzcan atascamientos y represamientos indeseados.

Parece evidente que para nuestros alumnos de los colegios del Levante español, sería mucho más útil tener charlas y simulacros de actuaciones frente a este tipo de emergencias que sobre otros temas (heteropatriarcado, perspectiva de género y un amplio etcétera).

 

Sobre la gestión de episodios extremos

 

La clase política española está conformada, en las últimas décadas, de personas de escasa utilidad y generalmente carentes de una mínima preparación. Muchos ingresan en las juventudes del partido correspondiente y desarrollan una carrera consistente, básicamente, en el aplauso fácil a su amado líder respectivo, así como en el hecho de fomentar su carisma para ganar elecciones y en descalificar al oponente de la manera más insolente posible. Sólo les interesa el cortoplacismo para poder seguir cobrando de sus cargos en el mejor de los casos y, en demasiadas ocasiones, fomentando vergonzosas corruptelas. Un país serio debería pensar en una reducción del número de políticos a menos de la décima parte.

La gestión política de esta avenida de 2024 ha sido sencillamente un desastre, tanto en el aviso tardío a la población como en la falta de activación urgente de los servicios de emergencia. La división organizativa (Comunidades Autónomas y Estado Central) no se ha mostrado eficaz para gestionar esta catástrofe, estando la clase política más interesada en lanzarse improperios unos a otros que en aportar medidas de mitigación (afortunadamente, la sociedad española sí ha reaccionado con la contribución de muchos voluntarios, con mayor o menor acierto organizativo). Tampoco la ingente cantidad de papeles de los Planes de Emergencia que se agolpan en el ministerio parecen haber sido de gran utilidad.

Hay una responsabilidad política -y quizá penal- que es indudable que debe ser dilucidada en los juzgados. No comparto, en modo alguno, que se utilice la violencia contra los políticos como medida de protesta; no la comparto (y, probablemente, deberá haber acciones judiciales contra los responsables) pero humanamente la comprendo.

 

«Siempre defendí la creación de un Ente independiente del Gobierno y dirigido por profesionales de la Ingeniería»

 

Es hora de replantearse las cosas. Lo actualmente existente no funciona. Creo que conviene eliminar de esta ecuación a toda la clase política.

Siempre defendí (y ahora me parece imprescindible) la creación de un Ente, independiente del Gobierno (con una dotación económica apolítica como un porcentaje fijo del total presupuestario y controlado directamente por el Congreso, por ejemplo) que se denomine Organismo de seguridad de presas y prevención de avenidas dirigido técnicamente por profesionales de la Ingeniería de las Obras Hidráulicas de reconocido prestigio (procedentes fundamentalmente del Comité Nacional Español de Grandes Presas con el apoyo de profesionales del Colegio de Ingenieros de Caminos, del propio Ministerio y de la Sociedad Española de Presas y Embalses), que gestionara los siguientes aspectos:

Sé que habrá muchos compañeros que apoyen el contenido de estas líneas y, lógicamente, habrá otros que estén totalmente en desacuerdo. Espero sinceramente que sean muchos más los primeros que los segundos.

Mi decisión de escribirlas está condicionada por el imperativo de que la verdad aflore y de encauzar la rabia interna que me produce escuchar tantas medias verdades de lo políticamente correcto por parte de gente tan mediocre. Algunos compañeros de profesión me han animado a ello. No sólo somos parte de la sociedad, somos la parte de la sociedad que, por nuestro conocimiento, debemos proteger a los ciudadanos frente a estas tragedias.

 

«La política hizo transitar a nuestro país desde las obras hidráulicas a una incomprensible inacción actual»

 

Es, sencillamente, nuestra obligación. Hablar alto y claro a la sociedad, aunque personalmente echo de menos que nuestros representantes profesionales (Colegio de Ingenieros de Caminos y otros colectivos) no se hayan expresado (o no hayan podido hacerlo) con la contundencia que el caso merece.

Quiero recordar que el Congreso Internacional de Grandes Presas de 2028 se celebrará en Madrid. Es un altavoz mundial y una oportunidad excelente para realizar aportes técnicos de importancia en este sentido. Siempre hemos sido la vanguardia técnica del mundo en la prevención de avenidas, hasta que la influencia política hizo transitar a nuestro país desde las obras hidráulicas a una incomprensible inacción actual (en los últimos 30 años).

Soy consciente que estas líneas me pueden costar la excomunión profesional y la enemistad permanente con los poderes actuales y futuros del país. Superados los 62 años de edad y con una parte importante de mi actividad fuera de España, eso ciertamente me preocupa entre poco y nada. Creo que he dicho lo que tenía que decir; lamento que ello haya podido molestar a alguien.

Con los fallecidos en el corazón, un abrazo a todos los afectados.