La catástrofe sí podría haberse evitado
«La gestión política de esta avenida ha sido un desastre, tanto en el aviso tardío a la población como en la falta de activación urgente de los servicios de emergencia»
El embalse de Forata nueve días después del paso del devastador
temporal. | Eduardo Manzana (Europa Press) Aunque no soy religioso en exceso, lo
cierto es que el legado de mi familia me impregna de un humanismo cristiano del
que no reniego. En estos días de noviembre, me tranquiliza pasear por los
jardines del eterno descanso de mi padre y de mi hijo, apenas separados unos
metros y donde yo deseo acompañarlos cuando Dios así lo decida. Millones de
familias así revivimos el recuerdo y el amor a nuestros seres queridos dentro
del corazón. Hay una especie de liturgia en ello,
pero lo cierto es que este año ha sido diferente, muy diferente… No he
podido apartar de mis pensamientos la
tragedia de Valencia. No acostumbro a expresar mis ideas pero
no he podido reprimir mis lágrimas de rabia que aquí se derraman en forma de
unas líneas que salen del alma de este ingeniero. Creo, con sinceridad, que no somos
capaces de expresarnos bien y hacer llegar a la sociedad la verdad de lo
sucedido (la verdad desnuda de carácter técnico sin las siempre interesadas
intromisiones políticas), porque somos parte de esta sociedad a la que
debemos proteger. Es una crítica para todos nosotros
individualmente y, también, para todos como colectivo (Colegio Profesional,
Organizaciones, etc.). Ya fue un inmenso error de comunicación el silencio
sobre la denominada «Pantanada
de Tous» de 1982, no poniendo claramente de manifiesto la
verdadera razón de aquella tragedia, que no fue otra que la decisión
político-económica de desarrollar la construcción de la antigua presa por fases y
la colocación de unas compuertas que nunca debieron existir. Es cierto que hay compañeros que han
escrito cosas de mucho interés, desgraciadamente sin demasiada difusión. Pero
también lo es que, en las tertulias más mediáticas, se están expresando
(incluso como dogmas) muchas inexactitudes que, en ocasiones, son
verdaderos despropósitos. La pregunta clave de todo esto es muy
sencilla… ¿se podría haber evitado esta tragedia? La respuesta
para mí debe ser también muy clara: sí podría haberse evitado. Muchas veces he oído en mi vida
expresiones tales como que las presas son franquistas. Como si las
infraestructuras tuvieran algún tipo de afiliación política… Además, lo cierto
es que el impulso de las infraestructuras hidráulicas que se desarrolló
en aquel período deriva del Plan del magnífico ingeniero D. Manuel Lorenzo
Pardo en tiempos de la Segunda
República (siendo ministro, por cierto, el
socialista Indalecio Prieto). Dejando a un lado estas cuestiones, lo
cierto es que las Obras Hidráulicas (únicas infraestructuras efectivas para
defensa y protección frente a avenidas) dependían desde 1936 de la denominada
Dirección General de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas (a
veces, denominado Ministerio
de Fomento). En el año 2004 cambia su denominación por el
de Dirección General del Agua, adscrito ya al Ministerio de Medio Ambiente (con
sus variadas denominaciones), siendo actualmente dependiente del Ministerio
de Transición Ecológica y Reto Demográfico (o
algo por el estilo). «En el cambio de las denominaciones se observa el
enfrentamiento ideológico de la ‘ecología’ versus las ‘obras hidráulicas’» Ya sólo con el detalle de la mutación de
estas denominaciones, se observa una clara y abominable influencia política de
enfrentamiento ideológico de la «ecología y medio ambiente» versus las
«obras hidráulicas». Asusta que no se entienda por parte de nuestros
políticos que los escenarios de ambos aspectos son claramente diferentes,
ya que las «obras hidráulicas» como defensa frente a avenidas deben asociarse a
situaciones extremas. Al poco tiempo de terminar la carrera en
la Escuela de Madrid, se comenzaron las obras del Plan General de Defensa
contra avenidas del río Júcar (Plan de 1985, declarado de urgencia dos años
después tras la riada de los primeros días de Noviembre-1987,
donde se recogieron 817 l/m2 el día 3 de noviembre en
Oliva). Se iniciaron entonces las presas de Bellús,
Escalona y Tous (nueva presa), teniendo mi persona el honor de participar en la
construcción de todas ellas. Aquellas obras debieron estar terminadas, al
menos en su obra civil, hacia finales de 1994. Aquellas importantes obras fueron, como
desgraciadamente siempre pasa, una respuesta a la rotura de la antigua presa de
Tous. Más de 30 años han pasado desde entonces, no habiéndose
fortalecido con otras nuevas «obras hidráulicas» la defensa contra avenidas en
la Comunidad Valenciana (más allá de la pequeña presa de Terrateig y del encauzamiento de la Rambla Gallinera, ya
que la presa allí prevista finalmente no se llevó a cabo). Es más, recomendaciones de actuaciones
«imprescindibles» que entonces se dieron para mantenimiento y/o reparación de
otras infraestructuras en explotación, aún hoy no se han llevado a cabo por
falta de presupuesto. Sólo la insistencia y bendita cabezonería de los
técnicos de la Confederación Hidrográfica del Júcar,
consiguieron arrancar algunos fondos para acometer ciertas obras
perentorias que afectaban ya gravemente a la seguridad de sus presas.
Sólo pondré como ejemplo las obras de reparación en el Estribo Izquierdo de la
Presa de Forata que, afortunadamente, se acometieron,
siendo el comportamiento y explotación de esta presa determinante para evitar
mayores daños durante los recientes episodios de avenidas. «Los presupuestos para obras hidráulicas (presas,
encauzamientos, etc) deben multiplicarse, al menos,
por cien» ¿Qué hubiera ocurrido ahora de no
existir estas «obras hidráulicas»? Sólo pensarlo pone los pelos de punta.
Mención especial merece el «nuevo» cauce del Río Turia (acometido tras
1957) que ha sido el verdadero ángel de la guarda de la ciudad de
Valencia. Los ingenieros de entonces eran antiguos (no utilizaban
elementos finitos ni BIM) pero sabían perfectamente lo que hacían. En definitiva, el Estado gasta
ingentes cantidades del dinero de los contribuyentes en múltiples «juegos
florales» y, sin embargo, se muestra muy rácano para invertir en la seguridad
de nuestras presas que no es otra cosa que la seguridad de nuestros
ciudadanos. Los presupuestos para «obras hidráulicas» (presas, encauzamientos, etc) deben multiplicarse, al menos, por cien. Debe también modificarse la estructura
organizativa, ya que el ministerio actual se ha mostrado absolutamente
ineficiente en los últimos 30 años (con políticos de todo signo), dedicado
básicamente a hacer papeles con la redacción de planes de
emergencia y talleres de análisis de riesgos, que resultan totalmente inútiles
si no se acompañan de obras reales. Ya se debe acabar con esta fase de papeles
e iniciar las obras inmediatamente. El sector de los
profesionales de las «obras hidráulicas» está en franca decadencia en nuestro
país,
otrora probablemente el mejor valorado técnicamente del mundo. Las razones son
múltiples: El sector, tratando de paliar
parcialmente esta evidente carencia, organizó un Máster Internacional de
Seguridad de Presas (Colegio de Ingenieros de Caminos, Comité Nacional Español
de Grandes Presas y Universidad Politécnica de Madrid) para que esta experiencia
pudiera transmitirse. Tras más de una década de existencia, los
problemas de financiación de este máster (a pesar de que el profesorado era
voluntario y nunca recibió retribución alguna) hizo que no pudiera seguirse
impartiendo. Parece evidente que el Estado debería haber apoyado
económicamente esta iniciativa. Además, para acceder a los escasos
trabajos que se licitan, las ingenierías deben acometer «bajas» increíbles que,
en mi opinión, redundan en la calidad de los trabajos. En definitiva, los
pliegos de «obras hidráulicas» deben asumir costes reales y adjudicarse
únicamente por cuestiones exclusivamente técnicas y no económicas. A todo ello se añade, la competencia
desleal y a dedo del TRAGSATEC de turno, que debería estar absolutamente
prohibido. Desde 1321, están documentados una
treintena de episodios de grandes avenidas en la Comunidad Valenciana (memoria
histórica a la que nuestros políticos nunca hacen referencia), esto es, un
episodio extremo cada 25 años como intervalo típico, como consecuencia de la
denominada gota fría (hoy llamada DANA) que se produce siempre en el inicio del
otoño (todas estas avenidas, sin excepción alguna, tuvieron lugar entre el 15
de Septiembre y el 10 de Noviembre). Basten algunos
ejemplos como los de las riadas del 27-Septiembre-1517,
21- Octubre-1589, 16-Septiembre-1731, 1-Noviembre-1897, 14-Octubre-1957,
20-Octubre-1982, 3- Noviembre-1987 y la actual del 29-Octubre-2024. Desde
la época del dominio árabe estas cosas se tenían muy claras, denominando así al
río Júcar (Xuquer) que significa devastador. Por tanto, es previsible y
esperable (como bien saben en el Mediterráneo) que se produzcan episodios de
fuertes lluvias en esas fechas. Nada nuevo en este sentido. Nuestros
embalses del Levante español ya operan desde hace décadas con unos lógicos
resguardos estacionales. «Que el clima está cambiando es indudable, pero
argumentar que esta avenida de 2024 se debe a ello es una absoluta falacia» Parece que se han registrado en 2024
precipitaciones acumuladas de hasta 500 l/m2 en algunas
estaciones pluviométricas. Se recuerda que, en 1987, como ya se ha
dicho, se superaron los 800 l/m2. Tampoco hay mucha novedad
en este sentido. Muchos políticos esgrimen el mantra de
la «emergencia climática» (que es ahora como llaman al denominado cambio
climático) como argumento para tapar sus vergüenzas. Hablemos claro y con datos
científicos irrefutables: en el inicio del Holoceno (hace unos 12.000 años,
esto es, 120 siglos) el nivel del agua en mares y océanos estaba 120 metros por
debajo del nivel actual. Es decir, después de la última glaciación, el nivel
medio del mar ha crecido un metro por siglo como consecuencia del calentamiento
del planeta, que es más o menos lo que se viene midiendo desde que hay medidas
fiables. Esto es, la potencial influencia actual del ser humano en el
cambio climático puede ser algo coadyuvante y, obviamente, dicha
influencia era nula en los siglos XIV a XVII, al menos, en el que ya se venían
produciendo episodios similares. Que el clima está cambiando es
indudable, pero argumentar que esta avenida de 2024 se debe a ello como
maldición divina y humana, es una absoluta falacia. He leído y escuchado opiniones de todo
tipo sobre diferentes aspectos y factores más o menos relacionados con la
avenida de 2024: Nuestras presas deben estar
en perfecto estado de mantenimiento (desgraciadamente, no
lo están). Los montes y los cauces deben estar limpios para que en situaciones
extremas no se produzcan atascamientos y represamientos indeseados. Parece evidente que para nuestros
alumnos de los colegios del Levante español, sería mucho más útil tener
charlas y simulacros de actuaciones frente a este tipo de emergencias que sobre
otros temas (heteropatriarcado, perspectiva de género y un amplio
etcétera). La clase política española
está conformada, en las últimas décadas, de personas de escasa utilidad y
generalmente carentes de una mínima preparación. Muchos
ingresan en las juventudes del partido correspondiente y desarrollan una carrera consistente,
básicamente, en el aplauso fácil a su amado líder respectivo, así como en el
hecho de fomentar su carisma para ganar elecciones y en descalificar al
oponente de la manera más insolente posible. Sólo les interesa el cortoplacismo
para poder seguir cobrando de sus cargos en el mejor de los casos y, en
demasiadas ocasiones, fomentando vergonzosas corruptelas. Un país serio debería
pensar en una reducción del número de políticos a menos de la décima parte. La gestión política de esta avenida de
2024 ha sido sencillamente un desastre, tanto en el aviso tardío a la población
como en la falta de activación urgente de los servicios de emergencia. La
división organizativa (Comunidades Autónomas y Estado Central) no se ha
mostrado eficaz para gestionar esta catástrofe, estando la clase política
más interesada en lanzarse improperios unos a otros que en aportar medidas de
mitigación (afortunadamente, la sociedad española sí ha reaccionado con la
contribución de muchos voluntarios, con mayor o menor acierto organizativo).
Tampoco la ingente cantidad de papeles de los Planes de Emergencia que se
agolpan en el ministerio parecen haber sido de gran utilidad. Hay una responsabilidad
política -y quizá penal- que es indudable que debe ser dilucidada en los
juzgados. No comparto, en modo alguno, que se utilice la
violencia contra los políticos como medida de protesta; no la comparto (y,
probablemente, deberá haber acciones judiciales contra los responsables) pero
humanamente la comprendo. «Siempre defendí la creación de un Ente independiente
del Gobierno y dirigido por profesionales de la Ingeniería» Es hora de replantearse las cosas. Lo
actualmente existente no funciona. Creo que conviene eliminar de esta
ecuación a toda la clase política. Siempre defendí (y ahora me parece
imprescindible) la creación de un Ente, independiente del Gobierno (con una
dotación económica apolítica como un porcentaje fijo del total
presupuestario y controlado directamente por el Congreso, por ejemplo) que
se denomine Organismo de seguridad de presas y prevención de avenidas dirigido
técnicamente por profesionales de la Ingeniería de las Obras Hidráulicas de
reconocido prestigio (procedentes fundamentalmente del Comité Nacional Español
de Grandes Presas con el apoyo de profesionales del Colegio de Ingenieros de
Caminos, del propio Ministerio y de la Sociedad Española de Presas y Embalses),
que gestionara los siguientes aspectos: Sé que habrá muchos
compañeros que apoyen el contenido de estas líneas y, lógicamente, habrá otros
que estén totalmente en desacuerdo. Espero sinceramente que sean muchos más los
primeros que los segundos. Mi decisión de escribirlas
está condicionada por el imperativo de que la verdad aflore y de encauzar la
rabia interna que me produce escuchar tantas medias verdades de lo
políticamente correcto por parte de gente tan mediocre. Algunos compañeros de
profesión me han animado a ello. No sólo somos parte de la sociedad, somos
la parte de la sociedad que, por nuestro conocimiento, debemos proteger a los
ciudadanos frente a estas tragedias. «La política hizo transitar a nuestro país desde las
obras hidráulicas a una incomprensible inacción actual» Es, sencillamente, nuestra obligación. Hablar alto y claro a la
sociedad, aunque personalmente echo de menos que nuestros representantes
profesionales (Colegio de Ingenieros de Caminos y otros colectivos) no se hayan
expresado (o no hayan podido hacerlo) con la contundencia que el caso
merece. Quiero recordar que el Congreso Internacional de Grandes Presas de
2028 se celebrará en Madrid. Es un altavoz mundial y una oportunidad excelente
para realizar aportes técnicos de importancia en este sentido. Siempre hemos sido la
vanguardia técnica del mundo en la prevención de avenidas, hasta que la influencia
política hizo transitar a nuestro país desde las obras hidráulicas a una
incomprensible inacción actual (en los últimos 30 años). Soy
consciente que estas líneas me pueden costar la excomunión profesional y la
enemistad permanente con los poderes actuales y futuros del país. Superados los 62 años de edad y con una parte importante de mi actividad
fuera de España, eso ciertamente me preocupa entre poco y nada. Creo que he
dicho lo que tenía que decir; lamento que ello haya podido molestar a alguien. Con
los fallecidos en el corazón, un abrazo a todos los afectados.Sobre las obras hidráulicas
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